domingo, setembro 17, 2006



La historia comienza así: "era domingo por la noche y ella no tenía nada que decir"... pasaban las horas y las palabras no salían ni siquiera por sus ojos. Llegaban leves "flashasos" a su mente de cosas pasadas y de pronto unas risitas intentaban escapar por su boca, después volvía a la melancólica pasión de no saber qué pasaba ahí.

Después esa historia continuaba... y continuaba... y continuaba. La chica recordaba bocas, manos, sexos, camas, hoteles; pero jamás un rostro. Era difícil para ella situarse en una realidad presente y más difícil aun descubrirse en esa habitación, con esa ropa y al lado de ese hombre. No sabía si era el vino, las pastillas o su triste infancia robada. El quería ver sus muslos, sus pezones erectos, su sexo tibio; pero ella era una piedra con ojos y vagos recuerdos que no quería caricias ni besos robados... sólo... sólo quería una música suave y abrazo de verdadero amor y no uno por el que al final recibiera unas cuantas monedas.

Encendió un cigarro, pero recordó que no fumaba o por lo menos no recordaba cómo hacerlo, bebió más, se desnudó y él se sentó en el sofá y fumó el tabaco que ella acababa de dejar. La chica se envolvió en la toalla miró por la ventana y vio una niña, era su rostro, era ella años antes, era ella con unas rosas en la mano, las vendía y planeaba algo... "Durante un mes vendieron rosas en la paz... presiento que no importaba nada más..." (F.P) fue ahi que comprendió que el Aleph, de Borges podía existir y lloró. Esa ventana, esa noche, y sus alas en la espalda se abrieron y voló. Voló a su infancia porque quiso vender flores otra vez.

El tipo apagó el resto del cigarro, tomó su abrigo y salió de la habitación sin dejar propina. Ella tal vez volvió a su infancia para recuperarla, para vender flores, crecer, enamorarse y tener un hijo... tal vez.

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