domingo, maio 20, 2007

Villaurrutia para desayunar


Madrigal sombrío


Dichoso amor el nuestro, que nada y nadie nombra;

prisionero olvidado, sin luz y sin testigo.

Amor secreto que convierte en miel la sombra,

como la florescencia en la cárcel del higo.


Xavier Villaurrutia



Ela se levantó y encontró a Villaurrutia en el baño vacio. Leyó y tenía en sus manos algo más para su amor reciente. Suspiró y pensó: ¿Quién pudiera escribir con esa sencillez y encerrar en tan pocas palabras toda una historia de amor?


Llegó sola a casa y muy tarde, en la entrada encontró un ramo de flores. Al principio imaginó una tontería: ¿Serán para mí? sin nota y marchitas por el calor del día las recogió y las colocó en el florero de la cocina con agua. Tres minutos depués suspiró, sabía que para Ela no eran; subió la escalera oscura y durmió, estaba tan cansada. Soñó con Ele, pero ya no recuerda qué. Despertó y se encontró con el Madrigal Sombrío y unos higos para desayunar.

Um comentário:

Blanca Bátiz disse...

Pasé para decirte que la soledad, los desayunos, las caminatas, las no cenas, los no cumpleaños y los que sí, las flores que no nos dan o que nos dibujan, las amigas que vienen y van, los hombres que estén o no estén siempre están, las enemigas que son y en realidad no lo son, los ruidos y los silencios debemos disfrutarlos y dejar de mirar vacíos en las no manos que nos cogen... Un abrazo.