quinta-feira, julho 24, 2008

Pesadillar











El verbo pesadillar debería existir. He tenido sueños feos y cansados y no me resigno a decir que he soñado feo... preferiría decir que he pesadillado. Pesadillé con montañas convertidas en monstruos come ideas, pesadillé soledades que se arrastran hasta hoy porque no tienen pies. Llegó la mañana y no supe distinguir si mis ojos estaban cerrados o abiertos. La leve frescura de la madrugada me indicó que debía salir a trabajar y en medio del cuarto con el ventilador girando sobre mi cabeza seguí pesadillando.

El sábado se cayó un árbol que aunque viejo todavía era lindo. La lluvia me lo quitó, no me resigno a ver mi calle sin él, sin su sombra justo donde bajo del autobús cuando regreso a casa. El pobre árbol cayó sobre una vieja casa de la calle Pedro Moreno. Es triste pensar que aproveché su indefensa condición de muerte para tomarle una foto, sin embargo retratar mi mundo cotidiano es algo que de algún modo me reconforta y me hace distinguir la realidad de mis pesadillas y sueños. Ese árbol era un sueño y después de la pesadilla se convirtió en madera seca, madera muerta que hoy no sirve ni siquiera para hacer un mueble o una caja para guardar los más oscuros sueños; hoy ni una hoja puede hacerse con él, se lo llevaron y no va a avivar el fuego de mi fogata interna.

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