quarta-feira, outubro 31, 2007

Una mañana suicida, una mañana más



Después de agitados sueños, la mañana despierta con ganas de lazarse a un abismo profundo. Me dirijo a la cocina en busca de un arma poderosa que sacie las terribles ganas de morir que la noche ha sembrado en mis venas. Tres cuchillos y un microondas; la ventana está abierta y yo he perdido mis alas, hoy no puedo volar. Con uno de los cuchillos unto mantequilla a un pan que seguramente no voy a comer. Dos minutos después intento colocar mi cabeza dentro del horno... sí, igual que en una película que vi hace tiempo, pero una vez más no muero.

De la cocina al baño son pocos pasos, seguramente ahí encontraré lo que busco, una navaja o algún medicamento que en exceso, por lo menos, provoque alucinaciones. Infelizmente No hay navaja, sólo queda un poco de shampoo contra la caspa con olor a menta. Pienso entonces que las cintas de mis zapatos podrían asfixiarme, pero descubro que no tengo zapatos, estoy descalza. Bien podría cortarme con un clavo oxidado y morir de tétanos, pero no, el piso está limpísimo, lo limpie con cloro ayer por la noche para evitar "accidentes".

Y si abriera las llaves del gas... imposible... el tanque está vacío. Y si... no mejor no, tampoco funcionaría. Mis intentos de morir hoy no funcionaran, desisto, me rindo, digo chau. Entonces abro el armario, me visto y salgo a trabajar. En la calle, tal vez, un distraido conductor me dé un aventón para así poder llegar más rápido a mi destino.

Tal vez esta muerte constante sea por hoy y sólo por hoy menos dolorosa que ayer.

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